Insegurança | Inseguridad
Será que fui demais? / ¿Habré sido demasiada?
imagem/ilustração: piterest
Pensamentos giram em espiral… O silêncio tem ruído, porque há uma pergunta obsessiva: Será que fui demais?
A resposta vem de um suor inexplicável, gerado por frases comumente ditas nos momentos mais vulneráveis.
Minha insônia tem dono. Não sou eu. E também não é o amor.
Minha insônia dialoga com vozes internas, no volume máximo, repetindo para mim palavras antigas como eco de adulto surdo.
Estou deitada. Rolo de um lado para o outro na cama.
Não me conformo com o mundo. Não me conformo com o meu mundo. Ele faz doer demais as minhas costas.
Eu levanto e, embora esteja tudo escuro, não ligo a luz. Acho que, de certa forma, a escuridão de uma mágoa que carrego dentro de mim faz com que eu brilhe no escuro.
Vou ao banheiro. Mudo de ideia e ligo a luz porque, no fim, até para competir com a escuridão propriamente dita, sou incompetente.
Encarando o espelho, olhando minha cara de papel amassado, de expressão infantil mal compreendida, percebo que me esqueci de mim como se esquece uma página dobrada no caderno da autoestima de quem quis se esconder entre as linhas.
Fizeram-me ter medo de ser eu. Agora eu estou cinza — uma cor difusa que admite o que eu penso e o que acho que os outros pensam de mim.
Inseguridad
Pensamientos que giran en espiral… El silencio tiene ruido, porque hay una pregunta obsesiva: ¿Habré sido demasiada?
Mi respuesta viene de un sudor inexplicado, generado por frases comúnmente dichas en los momentos más vulnerables.
Mi insomnio tiene dueño. No soy yo. Y tampoco es el amor.
Mi insomnio dialoga con voces internas, a volumen máximo, repitiendo para mí palabras antiguas, como el eco de un adulto sordo.
Estoy acostada. Me revuelvo de un lado a otro en la cama.
No me conformo con el mundo. No me conformo con mi mundo. Él me hace doler mucho la espalda.
Me levanto y, aunque está todo oscuro, no enciendo la luz. Creo que, de cierta forma, la herida de un resentimiento que llevo dentro de mí, hace que yo brille en la oscuridad.
Voy al baño. Cambio de idea y enciendo la luz porque, al final, hasta para competir con la oscuridad propiamente dicha, soy incompetente.
Enfrentando el espejo, mirando mi cara de papel arrugado, de expresión infantil mal comprendida, noto que me olvidé de mí como se olvida una página doblada en el cuaderno de la autoestima de quien quiso esconderse entre las líneas.
Me hicieron tener miedo de ser yo. Ahora estoy gris — un color difuso que admite lo que pienso y lo que creo que los demás piensan de mí.


